11 septiembre 2006

Estar




He arrancado una página de cierto diario-imaginario que guardo entre el sostén y la alegría y la he pegado aquí, en este espacio anónimo sin centímetros, con un par de chinchetas de deliberado exhibicionismo sentimental. No hace mucho que un amigo que vive asomado al Atlántico me llamaba por teléfono para traerme un trocito de allá en forma de música y ya de paso manosearme un poco las fibras emocionales. Ni siquiera pude atender esa llamada y, sin embargo, me sentí tocada bien dentro por alguien que físicamente está tan lejos. También me hizo otro hueco una brevísima felicitación de cumpleaños en forma de esemese de alguien aún más alejado de esta ventana que abro en mi cabeza, quien, con apenas diez palabras, me reconciliaba con unos cuantos kilos de reproches silenciosos que nunca pude digerir. Fíjense qué poco cuesta hacerse sentir, esté uno en la calle de al lado o en Alaska. Y es que hay cosas/personas que suceden/están a kilómetros o escondidas a tu lado y, de repente, te secuestran el tacto y te inyectan directamente en el cerebro esa sensación de "por un instante pensó en mí". Y es tan bonito a veces que ni la nostalgia lo hace doler. Como Él, que no está ahora, y sin embargo lo puedo oler cada noche en mi almohada... Así que, entre semejantes descubrimentos entenderán ustedes que a una el optimismo la obligue a celebrar con Avedon algún que otro culo indecente posando indecorosamente de espaldas para la foto de la vida. Si me aceptan un consejo, guiñen un ojo a todos los nombres que tengan cubiertos de polvo en la memoria, pongan otra vez ese disco de Monk desterrado por aniversario, extiendan la mano y, simplemente, toquen.

(Foto: Jan Saudek)